Y llegó el primer “momentazo” de la temporada, y digo el
primero porque no será el único. Con los nervios del que se mete en una casa
inexplorada entró el lesionado concursante, Álvaro. No lo tenía muy claro, ni
tan solo el saludo desde las alturas a los demás concursantes era sincero, como
si no se creyese que estaba ahí. Él avanzó (poco convencido), le dijeron que
saltara y… saltó (muy convencido). Una extraña sensación le invadió cuando,
suspendido en el aire, escuchó los gritos de sus “compañeros” exclamando: “No,
no!”. El resultado de tal bombazo fue su salida inmediata de la casa y una
operación que recordará, no solamente por el dolor insoportable que tuvo que
aguantar, sino también por el ridículo que hizo delante de millones de
telespectadores.
Su “salto” a la fama no pasó desapercibido, pero casi. Este fue el peor arranque de Gran Hermano en los 13 años que lleva ofreciendo espectáculo con un 19,3% del share. Aun así, fueron 3 millones los espectadores que no quisieron perderse el prólogo de la casa de los horrores y tuvieron su recompensa, dada la demanda que tienen tales programas.
El salto de Álvaro al vacío puede ser una superstición, pero ya es casualidad que él y su programa hayan tenido un mal vuelo en su primer día. Mercedes Milà, tan supersticiosa que se autodenomina, podría buscar una solución y, por qué no, salir a la calle y pisar un excremento de perro (que dicen que da suerte) porque sino puede ser el principio del fin del reality que sació la sed de los “sociólogos” (voyeuristas) que buscaban hacer un experimento.
AM
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